Tu vida estaba centrada en la familia y en el trabajo.
Eras consciente de que tu relación con él no era todo lo satisfactoria que te hubiera gustado, pero buscabas un culpable fuera de vosotros mismos: exceso de trabajo, stress, demasiadas responsabilidades…
Y así ibas acallando tu inquietud, día a día.
Cuando descubriste que te engañaba afectiva y económicamente,
cuando te miraste al espejo y viste tu cuerpo lleno de hematomas,
tomaste conciencia de cuál era tu realidad , sacaste fuerzas de tu propia flaqueza y te separaste sin pensar en las consecuencias, como una liberación.
Y así te sentiste en los primeros meses, liberada.
¡Todo parecía tan fácil!
Unos acuerdos previos y una ratificación posterior en el juzgado pondrían fin a tus pesadillas.
¡Demasiado fácil!.
Cuando llegó la ratificación, cambió todo su alegato, no había ingresos donde antes los hubo, lo único común –gananciales- era el fruto de tu trabajo…
¡Qué ironía!
¡Un engaño tan tramado!
¿Qué hacer?...
Nada, seguir adelante confiando en la Justicia
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