Confianza en la Justicia

18.6.09




¡Qué ingenua!
Tenías el concepto pueril de que la justicia siempre se ponía de parte del más débil.
Para nada. Nada más lejos de la verdad

Lo único que estabas pidiendo era la separación y te sentías tratada como una delincuente.
Tu vida aireada, convertida en un número más, en un expediente al que hay que dar trámite en cinco minutos.
Ni siquiera tuviste la opción de desahogarte, de lanzar al viento todo lo que habías sufrido para al fin sentirte liberada.
Su aplomo –fruto de muchas lides en el campo judicial- sobresalía frente a tu nerviosismo.
Se te trababa la lengua y no te salían las palabras, se te secaba la garganta mientras te temblaban las piernas y te sudaban las palmas de las manos.
No eras tú y nadie hizo un gesto, en aquel juzgado, que te hiciera sentir su apoyo, recuperar fuerzas y hacerle frente.


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